No es Malo Pedir o Prestar Dinero a los Amigos

Uno de los grandes mitos de la humanidad es que no se debe pedir ni prestar dinero a los amigos. Durante siglos se ha construido una gran leyenda urbana alrededor de la dichosa frase que reza: "quien presta dinero a un amigo, pierde el dinero y el amigo". 

Es muy cierto que todos hemos tenido un amigo que nos quedó mal, o que conocemos personas que habiendo prestado dinero a familiares y amigos los han perdido a ambos, pero luego de preguntar a cientos de personas que me enuncien casos concretos de su propia experiencia personal, hemos comprobado que por cada amigo que no cumple, hay 7 u 8 que nos quedan muy bien... sólo que por naturaleza humana recordamos con mayor fuerza y vehemencia las malas experiencias.

Si esas cifras son ciertas (y lo puedes comprobar pidiendo a quienes te rodean que hagan una lista con dos columnas poniendo a la izquierda los "mal quedar" y a la derecha los "cumplidores" y verás qué pasa), y yo estoy convencido que son muy ciertas, pues entonces hay que reconocer que:

Prestarse dinero entre amigos y familiares ha sido siempre una gran opción para resolver problemas, para impulsar negocios y soluciones, y para lograr beneficios que al final nos hacen más felices a todos.


Lo que nos impulsó a crear PrestAmigo no fué tanto el mito de marras, como la necesidad de establecer una solución, un sistema que permitiese manejar mejor, de una manera más eficiente y "despersonalizada" la calidad de las transacciones monetarias entre amigos y familiares ((para cuidar en detalles la calidad de las relaciones humanas).

Nunca ha sido malo ayudar a un amigo que tiene una necesidad... Nunca ha sido malo acudir a alguien que queremos bien y que sabemos nos quiere o aprecia para pedirles que nos echen una mano con un proyecto o una necesidad económica durante un mal momento... Nunca ha sido malo, y ahora lo es mucho menos.

Al despersonalizar los préstamos entre amigos y familiares se genera una mayor confianza entre ambas partes, se le confiere una mayor seriedad al acto en sí, y se potencia la responsabilidad de quien necesita el préstamo, tanto como  la tranquilidad de quien lo otorga (que muchas veces se preocupa más por mantener al amigo, que por recuperar su dinero).